El 10 de diciembre de 1948, se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos en París. Hoy a 68 años de ésta, pocos países han avanzado fundamentalmente en ella, tristemente alrededor del mundo podemos ver que los intereses políticos son los que obstaculizan los derechos de los ciudadanos, lamentablemente México es uno de los países en el que cotidianamente se transgreden nuestros derechos, sobre todo a mujeres, sin hablar de Ciudad Juárez o asesinatos cometidos contra mujeres en Oaxaca de las cuales ni siquiera existe un registro.
A doscientos años de una lucha por la “libertad”, seguimos escuchando argumentos por parte del gobierno basados en principios religiosos que anulan el derecho de mujeres para decidir sobre sus propios cuerpos. Hemos permitido que el gobierno decida sin ver causas siquiera. El hecho de abortar es un delito; más de la mitad de los estados en México prohíben el aborto.
Escudados en una doble moral, los gobernantes de nuestro país por egoísmo e intereses personales se han resguardado bajo los “principios de la iglesia católica, que condena al aborto como una práctica abominable y digna de excomunión, ¿no son abominables también los pederastas? ó ¿es más aceptable para la iglesia católica esa práctica porque no “matan físicamente”, mientras tengan gobiernos que cubran sus acciones? ¿Es legal meter a la cárcel a una niña de doce años por aborto y no al violador?
Hay que estar conscientes que abortar no es un juego, y sí, hay que ser responsables siempre, pero, no poder decidir cuándo, con quién y cuántos hijos tener porque se convierte en delito, es un problema grave en pleno siglo XXI, del cual deberíamos tomar acción como sociedad. ¿Dónde está entonces, el estado laico?
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